MARZO 7

Juan 8:1-20Ir a la Biblia en línea (sitio externo)

“LA LUZ DEL MUNDO”

¿Qué no hace la luz?

No condena (v. 11Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.). La mujer estaba en pecado. Moisés (la ley) decía que tales personas debían morir, pero, ¿en manos de quién? (v. 7Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.). Cristo (la gracia) no vino para condenar “sino para que el mundo sea salvo por él” (3:17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.). No había venido como Juez sino como luz (1:9Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.) para alumbrar a los hombres y para señalarles sus pecados.

¿Qué hace la luz?

Marca un camino por el cual he de andar (v. 12Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.), ahuyentando las tinieblas y diciéndome dónde puedo afirmar mi pie. Andando con Cristo no hay razón para errar. Tampoco, por tener esta luz, debo sentirme en la posición de poder juzgar a otro. Si Cristo no lo hizo (v. 15Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie.) nosotros menos.

Es provechoso pensar en el Señor Jesús como “la luz del mundo” porque también a nosotros nos es encomendada, en su ausencia, continuar su misión (Mt. 5:14Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.). Abstengámonos de juzgar y condenar y busquemos sólo dirigir a los hombres a Cristo.

Aprendamos también a dar testimonio verdadero (vs. 14,1814Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy. 18Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.). Comparemos esto con el testimonio de nuestras vidas (donde intervienen mi voluntad) y nuestras pláticas (donde opera el Espíritu).

“El Sembrador”
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