El campamento debía exhibir orden, pero también limpieza. Dios no puede tolerar lo inmundo, así que todo lo contaminado y lo que contamina debe estar fuera.
Lo mismo debe ocurrir en la iglesia. El que está en medio de ella (Mt. 18:20Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.) es Santo, así que es necesario quitar de en medio al perverso (1 Co. 5:2,132Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción? 13Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.). Las cosas que contaminaban entonces tienen su contraparte en el mundo hostil a Dios por el cual peregrina la iglesia. “No os conforméis a este siglo” (Ro. 12:2No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.). “No améis al mundo,...” (1 Jn. 2:15No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.).
Notemos que no basta confesar los pecados, es necesario compensar enteramente el daño y añadir sobre ella la quinta parte (v. 7aquella persona confesará el pecado que cometió, y compensará enteramente el daño, y añadirá sobre ello la quinta parte, y lo dará a aquel contra quien pecó. ). Lo que añade equivale al 20% del valor del daño y era necesario para indemnizar el agravio. La ley sobre los celos (en la segunda parte del capítulo) servía para evitar que los celos y las sospechas destruyeran la armonía de las familias. Dios, milagrosamente, controlaba los resultados de la prueba impuesta.
Esta ley se aplica a Israel como nación: la esposa infiel de Jehová.