Éste es el estribillo que se repite en este lamento de David. Si pensamos en las últimas horas de Saúl, nada hay allí de valentía sino que hay temor ante la adivina de Endor, ante las palabras de Samuel y frente al ejército filisteo, y esto provoca su suicidio. Pero David no pensaba en esto. Saúl cayó cuando escuchó a Satanás y desobedeció a Dios muchos años antes. Esta es la primera lección: cuando cae un hermano pensemos, no en los momentos previos a su caída, sino en aquellos días en que era fuerte en el Señor; cuando nació de nuevo en Cristo.
La segunda lección es cómo guardar silencio. “No lo anunciéis...” (v. 20No lo anunciéis en Gat, Ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón; Para que no se alegren las hijas de los filisteos, Para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.), es el clamor de David. ¡Cuántas veces no pensamos en esto y dejamos correr el chisme! Cae como rocío en el campo de los incrédulos y reverdecen en abundancia los comentarios en sus labios. Esta es la figura del versículo 21Montes de Gilboa, Ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros, ni seáis tierras de ofrendas; Porque allí fue desechado el escudo de los valientes, El escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite..
La endecha a Jonatán habla de lo cerca que anduvo de su padre: lo supo llorar (v. 23Saúl y Jonatán, amados y queridos; Inseparables en su vida, tampoco en su muerte fueron separados; Más ligeros eran que águilas, Más fuertes que leones.); de lo grande de su valentía (v. 25¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán, muerto en tus alturas!) y de lo sincero de su amor (v. 26Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, Que me fuiste muy dulce. Más maravilloso me fue tu amor Que el amor de las mujeres.). Saúl murió por desobedecer a Dios y Jonatán por obedecerle, honrando a su padre hasta el fin.