Bueno es que estudiemos lo que esta epístola nos dice del Espíritu Santo.
“NACIDO según el Espíritu” (v. 29Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.). Esto nos recuerda a Nicodemo (Jn. 3:5Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.) y nos enseña que el poder y la voluntad de Dios, son factores indispensables en el cambio que experimentamos cuando creímos en él.
“COMENZADO por el Espíritu” (3:3¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?). En realidad, no hay otra forma de comenzar nuestra vida cristiana. El problema radica en que, como los de Galacia, muchos continuamos en nuestras propias fuerzas.
RECIBIR el Espíritu (3:2Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?). Ésta es una acción de fe. Habiendo oído del poder y la gracia de Dios y creído, Dios nos transforma según su voluntad. Todo esto nos habla de nuestro principio en el Señor, pero aquí aprendemos algo más: los que nacen según el Espíritu entran a una lucha (4:29Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.) y a una vida de sufrimiento (3:4¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano.), pero, ¡qué es esto comparado con la verdad de saber que somos hijos de Dios y herederos de sus promesas! ¡Gocémonos en nuestra libertad!