“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”
¡Qué triste es cuando algo que nos gusta se echa a perder! Esto es lo que pasó con el Edén que Dios creó.
En Ezequiel 28:13-19, leemos de los primeros días de Satanás. Su hermosura, sabiduría y esplendor fueron su caída e hizo “contrataciones” que lo llenaron de iniquidad. Hoy leímos de una: Contrató a una serpiente para que engañara a Eva y a Adán. Después seguiría contratando a hombres y mujeres para hacer la guerra contra Dios y los suyos. La guerra es entre dos simientes:
a) La de la mujer: que es Cristo (Is. 7:14).
b) La de Satanás: que son los que no creen en Dios (Jn. 8:44).
¿Quién va a ganar?
¿De qué simiente eres tú?
Pensemos en el pecado y sus consecuencias:
1. “PECADO es infracción de la ley” (1 Jn. 3:4). Dios dio a Adán una ley muy sencilla y no la cumplió.
¿Cuál fue?
2. El pecado tuvo esta secuencia:
a) Oyeron al engañador y dialogaron con él (3:1,2)
b) Vieron el fruto y consideraron comer de él (3:6)
c) Creyeron a Satanás y pensaron que podían alcanzar sabiduría si comían del fruto (3:6).
3. Cuando pecaron, esto es lo que pasó:
a) Se dieron cuenta de su condición ante Dios (3:7).
b) Tuvieron que confesar su pecado: “Comí” (3:12,13).
c) Cada uno oyó una sentencia de Dios (3:14-17).
4. Dios había dicho: “Ciertamente morirás” (2:17). Muerte es separación. Adán y Eva la experimentaron:
a) Cuando fueron echados del huerto (3:24).
b) Cuando murió Abel (4:8).
c) Cuando Caín los dejó (4:16).
Los miembros de la primera familia aprendieron que habían quedado separados de Dios y que para acercarse a él necesitaban hacer algo.
Abel pensó en la sangre de un animal inocente. Se presentó a Dios con un cordero.
Caín, trajo del fruto de la tierra que había sido maldita.
Tú y yo tenemos a Cristo. ¿Te has acercado a Dios por medio de él?